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OMO HACER QUE EL PERRO ACUDA A LA LLAMADA
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Uno de los grandes problemas en la relación dueño-perro puede ser el tema de las llamadas. Perros que durante el paseo se van alejando poco a poco de su dueño haciendo oídos sordos a la orden de llamada. Otros que obedecen muy bien, pero que cuando se encuentran con otro congérene se olvidan del dueño. Otros que son de naturaleza independiente y que van a lo suyo, en el momento en que se ven libres de la correa desaparecen, etc.

Varios son los motivos por los que puede suceder esto:
  • Mala relación perro-dueño en los primeros contactos cuando era cachorro o joven.
  • Carácter independiente del individuo en cuestión.
  • Falta de autoridad y domináncia del dueño.
  • Sencillamente, porque el perro sea sordo.
Existen muchas formas de atajar este problema, aunque la más fácil es la que se hace a través de la buena relación con el cachorro y joven cuando se saca a pasear y jugamos a escondernos, y él, con preocupación y gemidos, nos busca hasta encontrarnos, felicitándolo inmediatamente. Este juego hace que el cachorro o joven no nos pierda de vista en ningún momento y prácticamente no será necesario llamarlo, pues siempre lo tendremos alrededor.

Ahora bien, un perro que ya es adulto y que ha aprendido que venga o no venga, al final, por la noche va a tener su plato de comida difícilmente podremos controlarlo a la hora del "ven aquí".

Todos los métodos del premio (juego, comida, golosinas, etc.) son efectivos si se cumple que el perro en sí quiera jugar, que tenga hambre, o que sea goloso, aunque también es cierto que trabajando sobre este instinto, (caza, presa, juego) siempre se llegará al desgaste del mismo por cansancio en el juego, haberse saciado de comida o por inapetencia de tanta golosina. Por tanto, si se emplea este método debe de premiarse en su justa medida:
  • Por juego: El perro se aleja, llamamos con "aquí" reforzando con el nombre del perro si es necesario, andamos en dirección opuesta a donde esté el perro y agitando el motivador (churrito, pelota con hilo o su juguete preferido) dejamos que se acerque y lo muerda y al mismo tiempo que mantiene en su boca el premio ponemos la correa y acariciamos.
  • Por comida: Nos llevamos la comida del perro y al finalizar el paseo lo llamamos poniendo la comida en el suelo junto a nosotros. El perro, si tiene hambre, vendrá, y comerá, lo acariciamos y ponemos la correa.
  • Por golosina: Salimos a pasear siempre con el perro sin comer. En nuestro bolsillo tenemos golosinas, lo llamamos y nos quedamos quietos, sacando una y ofreciéndosela al perro, que se acerca. Lo acariciamos y ponemos la correa.
Todos estos métodos de premio, a base de repeticiones, son muy efectivos siempre que se cumplan los parámetros mencionados anteriormente. Por tanto nos podemos encontrar con ejemplares que ni ofreciéndoles la más suculenta de las comidas caninas y humanas son capaces de dignarse a mirarnos al pronunciar su nombre. Para estos casos sólo hay un método: la presión que es, en definitiva, obligar al perro a que cuando oye la orden de llamada o su nombre debe dejar lo que esté haciendo para dirigirse a su dueño. ¿Cómo se hace?. Lo ideal es disponer de la ayuda de un profesional del adiestramiento que estudiará caso por caso, cada individuo y sabrá qué método es el ideal para cada perro y en qué medida de presión se debe hacer.

Por citar algunos ejemplos:
  • Correa larga, de 10-15 metros. La correa se engancha al collar y se deja suelta arrastrando; sólo nos acercamos disimuladamente al final de la correa, la cogemos, ordenamos venir y damos un tirón hacia nosotros. El perro viene, se le alaba y se le deja correr otra vez.
  • Collar de estímulos eléctricos. Sólo bajo la presencia y manipulación de un profesional, que dará la intensidad adecuada a cada problema y sabrá también la manera de descondicionar progresivamente al perro del collar estimulador.
Todos los métodos de presión son efectivos desde los primeros momentos de su uso, si bien mal usados producirán secuelas tales como nerviosismo, irritabilidad, miedos y comportamientos atípicos. Al mismo tiempo, tengamos en cuenta que un método mal empleado puede tener el efecto contrario. En este caso, en vez de venir hacia nosotros, el perro se aleje más todavía. Si eso ocurre no culpéis al perro. Es que el método está mal empleado o no es el adecuado.
 
JOAN FERRER i SIRVENT
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