LOS HÁBITOS SANITARIOS.-

Pongámonos en el cerebro de nuestros perros. Supongámonos que nuestro cachorro hace sus necesidades en la alfombra, lo descubrimos cuando está realizando este acto y lo regañamos fuertemente. Teniendo en cuenta que el lenguaje de los cánidos y el nuestro es totalmente distinto el cachorro solo comprenderá nuestros gestos faciales y corporales de agresividad e interpretará que lo prohibido no es hacer sus necesidades en la alfombra sino el acto de orinar o defecar en sí.

Como respuesta a nuestra reprimenda, el cachorro evitará hacer sus necesidades todo el tiempo que le sea posible. Pero cuando ya no soporte más, lo hará a escondidas, ya sea en un rincón, en otra habitación, o aprovechando nuestra ausencia, lo podrá hacer sobre la misma alfombra.

El problema que ahora tenemos es que nuestro cachorro tratará siempre de hacer sus necesidades fuera de nuestra presencia y esto nos privará de la posibilidad de corregirlo, ya que no estaremos en condiciones de enseñarle cual es el lugar correcto para hacerlo. Con lo cual, lejos de haber corregido el inconveniente inicial, hemos agravado la situación de tal manera que nos será muy difícil arreglarla.   

Lo que se debe hacer es que cuando veamos al cachorro haciendo el ritual previo al acto de orinar o defecar (agacharse o dar vueltas) o incluso cuando ya haya empezado ha hacerlo, trasladarlo con toda amabilidad al lugar en el cual queremos que lo haga. Pero siempre con amabilidad y sumo cuidado. Inequívocamente la repetición de esta acción dará entender al cachorro nuestro deseo.   

En consecuencia, jamás debemos cometer el error de regañar a nuestro cachorro por orinar o defecar, no importando el lugar donde lo haga. Hemos de aprender a manejar el lenguaje canino, aplicar las técnicas adecuadas, que requieren paciencia, pero son las que nos harán llegar más rápidamente a nuestros objetivos.