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L MOQUILLO, UNA AMENAZA AÚN PRESENTE
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El moquillo, cuyo nombre académico es distemper o enfermedad de Carré (Dr. Henri Carré, Francia 1870-1938 descubridor del virus de la enfermedad que lleva su nombre), es una enfermedad infecciosa muy contagiosa cuyo desenlace es a menudo fatal en los cachorros. Su expresión clínica ha evolucionado mucho en los últimos años, viéndose a menudo la forma nerviosa. Se le denomina una enfermedad multisistémica, es decir, que afecta a diferentes aparatos o sistemas del organismo e incluso en algunas ocasiones a todo el organismo. La eficacia de las vacunas vivas atenuadas ha contribuido ampliamente a frenar el desarrollo de la enfermedad, sin embargo, en los últimos años se ha constatado un aumento de su incidencia, probablemente debido a cierta relajación en la aplicación de los programas de vacunación.

EL AGENTE ETIOLÓGICO CDV (Canine Distemper Virus)

Se trata de un Morbillivirus (Virus a ARN de la familia Paramyxoviridae cercano al virus del sarampión humano) poco resistente en el medio exterior. Este virus es susceptible a los rayos ultravioleta (no sobrevive) y en ambientes demasiado cálidos es difícil que sobreviva; sin embargo, llega a sobrevivir en el medio ambiente por semanas cuando las condiciones climáticas son frías o se encuentra mezclado con antioxidantes o ciertas proteínas.

¿COMO SE TRANSMITE?

La fuente primaria de contagio es en forma de aerosol ya que los animales infectados eliminan el virus por medio de todas las secreciones y excreciones corporales (saliva, secreción ocular, estornudos, orina, heces). La enfermedad es enzootica y está presente en todo el mundo. Ataca a numerosas familias de carnívoros terrestres, cánidos (perros zorros...), mustélidos (hurones, comadrejas...) y grandes felinos, incluso se han relatado casos en las focas.

¿CÓMO ACTÚA EL VIRUS EN EL ORGANISMO?

Una vez que el virus ha entrado en el cuerpo del animal, se produce una primera multiplicación en el tejido linfático respiratorio, el virus es vehiculado en la sangre por los macrófagos y los linfocitos infectados. La infección de todos los tejidos linfoides lleva consigo una inmunodepresión. Si durante la 2ª y 3ª semanas post-infección el perro desarrolla a pesar de todo una fuerte respuesta inmunitaria humoral y celular, entonces podrá eliminar el virus y no desarrollará signos clínicos mayores.

Si al contrario, la respuesta inmune es débil, presentará la enfermedad aguda o subaguda. Entonces, los linfocitos y macrófagos infectados transportarán el virus a nivel del epitelio de las superficies digestivas, respiratorias, urogenitales, y del sistema nervioso. Las infecciones locales explicarán los síntomas clínicos. Se acepta generalmente que los primeros signos de la enfermedad se presentan del día 6 al 9 a partir de la entrada del virus en el organismo y los signos siguientes, una vez declarada totalmente la enfermedad, a partir del día 15 al 25.

¿A QUE EDAD PUEDE CONTAGIARSE EL ANIMAL?

Afecta a todas las edades; sin embargo, la incidencia es más alta en cachorros no vacunados de las 6 a las 18 semanas de edad. También se ha observado en animales de edad avanzada cuyo calendario de vacunación fue ineficiente.

¿QUÉ SÍNTOMAS PRESENTAN LOS ANIMALES ENFERMOS?

La intensidad de los síntomas observados guarda relación directa a la virulencia de las cepas virales, del ambiente, de la edad y el estado en que se encuentran las defensas del animal. Así, las cepas con una virulencia débil se caracterizan generalmente por infecciones inaparentes, en cambio, las cepas cuya virulencia es fuerte entrañan, además, encefalitis y una mortalidad elevada. Los perros que han resistido a la infección desarrollan una inmunidad protectora natural y no excretan más virus.

Los síntomas clínicos son cada vez menos característicos, siendo muy diversos según si la forma de la enfermedad es aguda o crónica. Estos síntomas se explican por los efectos inmunosupresivos del CDV asociados a infecciones secundarias bacterianas y por la patología del virus. También dependen de la edad y el estado en que se encuentran las defensas del animal y se caracterizan por un estado de debilidad general con anorexia, deshidratación y pérdida de peso. Según los órganos afectados los síntomas varían:

· Sistema respiratorio (tos, neumonía y secreción nasal)
· Sistema ocular queratoconjuntivitis (inflamación de la parte interna de los párpados y de la unión de estos con el globo ocular), ceguera (por inflamación del nervio óptico, ocasionando daño irreversible) atrofia de la retina.
· Sistema digestivo (diarreas y vómitos)
· Sistema cutáneo (eritema y pústulas en el vientre)
· Sistema locomotor (rigidez o debilidad muscular y hiperqueratosis digital o lo que es lo mismo: las almohadillas de las patas se vuelven duras, produciéndose profundas estrías)
· Sistema nervioso (ataxia, incoordinación, encefalitis, desmielinización, marcha anormal o en círculos, convulsiones, parálisis...)

Para diagnosticar la enfermedad, además de tener en cuenta estos síntomas, también se pueden llevar a cabo exámenes de laboratorio: serología, detección del virus por inmunofluorescencia, análisis del líquido céfalo-raquídeo y análisis del ARN.


¿PUEDEN CURARSE LOS ANIMALES ENFERMOS?

Depende de la virulencia de las cepas infectantes, de las defensas del animal y del tiempo que se tarda en instaurar el tratamiento desde que el perro presenta los primeros síntomas. Este tratamiento va dirigido a aumentar las defensas del animal con aportación de vitaminas, yogures, miel u otros elementos de alto valor nutritivo; a la vez se le administran antibióticos para luchar contra las infecciones bacterianas oportunistas potenciadas por la disminución de las defensas del organismo. También puede ocurrir que aún que se salven de la muerte les pueden quedar algunos tics nerviosos (ocasionado por un daño irreversible en el cerebelo) y daños en el esmalte de los dientes.


LA MEJOR Y ÚNICA ARMA: LA PREVENCIÓN

La vacunación es el único sistema eficaz de luchar contra los virus. El protocolo habitual en la primovacunación es hacerlo a las 6 semanas de vida acompañada de la vacuna de la parvovirosis. Después a las 8 y 12 semanas junto a la vacuna de la parvovirosis, hepatitis y leptospirosis u otra necesaria en función de la problemática de cada zona. No obstante, estudios recientes han constatado que si se requiere una protección más precoz se puede adelantar esta última vacunación a las 10 semanas sin pérdida de eficacia. Después será suficiente con una revacunación del moquillo cada 2 años.

En los casos en que exista un alto riesgo de contagio de los cachorros, se puede aplicar el mismo programa vacunal que las últimas investigaciones han demostrado válido para prevenir la parvovirosis. O sea, empezar a vacunar a las cuatro semanas de vida, repitiendo la vacunación cada semana hasta llegar a las 10 o 12 semanas. Luego, una revacunación anual será necesaria para mantener una elevada tasa de anticuerpos en el organismo del animal.

También es importante no exponer al cachorro a posibles focos de contagio antes de que su sistema inmunitario haya hecho los anticuerpos necesarios como respuesta a las vacunaciones. Por ello, es necesario no sacar el cachorro a la calle hasta pasados 15 días de la última vacuna del programa vacunal en la primovacunación.

Sin embargo, hay que tener muy presente y es de suma importancia que antes de cualquier vacunación, el cachorro goce de un perfecto estado de salud y el programa de desparasitación interna se haya realizado de manera correcta, ya que de no ser así, su sistema inmunitario no reaccionará con la eficacia deseada.

 
JOAN FERRER i SIRVENT
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