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RRORES QUE NO DEBEN COMETERSE EN LA EDUCACIÓN DEL CACHORRO - V
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 LA INSTIGACIÓN A LA AGRESIVIDAD DESCONTROLADA .-

Otro de los errores que frecuentemente se cometen, que en muchos casos resulta imposible de corregir, es el de incentivar inconscientemente la agresividad del perro.

Todos los perros como cualquier animal, nacen con un bagaje genético determinado que condicionará su temperamento y su carácter futuro. Estos rasgos psicológicos llevan aparejados en menor o mayor medida una cierta agresividad que se pone de manifiesto cuando el animal se ve acosado o acorralado y también cuando recibe una agresión que pone en peligro su integridad física. La agresividad es una herramienta que la naturaleza ha dispuesto para que los animales, incluido el hombre, se puedan defender y conservar en último extremo sus vidas.

En la crianza seria y responsable del perro de Montaña de los Pirineos, los principales criterios de selección que se han de aplicar son: usar reproductores sanos y que se ajusten al estandar de la raza, que tengan un carácter muy equilibrado y que estén libres de taras genéticas conocidas. Obrando así y aunque la genética no sea una ciencia exacta tendremos porcentajes de probabilidades muy altos de que los cachorros que nacerán de estos reproductores serán en mayor o menor medida fiel reflejo de sus padres.

No obstante, lo mismo que pasa con las personas, no hay dos cachorros iguales aunque sean hermanos de la misma camada. Así, cada cachorro a una edad muy temprana ya dará muestras de rasgos psicológicos muy particulares, por ejemplo, de dominancia o sumisión jerárquica en mayor o menor grado.

Luego, en la convivencia del cachorro con su nueva familia, si la socialización y educación se hace mínimamente bien, no causará ningún problema o trastorno y el cachorro se transformará en un excelente perro adulto bien conformado físicamente y con un temperamento afable y equilibrado. 

Sin embargo, ante un cachorro con un carácter muy dominante y con un dueño nada aplicado o ignorante en el manejo canino, podría suceder que canalizase incorrectamente el temperamento del cachorro o incluso que incentivara sin darse cuenta la agresividad natural e imprescindible propia del animal.   

Sería el caso de un propietario que sintiera una sensación de felicidad inconfesable cuando su perro, aún cachorro, amenazase a las personas o a otros perros. Aunque para guardar las apariencias el propietario dijera “no, eso no se hace”, todo su cuerpo, sus gestos y hasta sus feromonas le estarían diciendo al cachorro que esa es la actitud que desea de él. Con ello y sin darse cuenta, estaría incentivando al cachorro para que continuase con esa actitud cada día en mayor medida. Esto parece algo inocente a los tres o cuatro meses de edad, pero a medida que el perro crece comienzan a aparecer las desventajas de esta conducta.  

El perro es un animal demasiado observador de nuestro lenguaje corporal. Ello lo ha heredado de su ancestro, el lobo. Para él tiene más importancia la mímica, los gestos, las posturas e incluso los olores que toda la verborrea de órdenes de qué es capaz el ser humano. 

Una persona que saca de paseo a su perro debe comportarse como líder del mismo. No debe ser nada halagador para la persona que el perro quiera comerse a todos los transeúntes. Eso debería ser motivo de vergüenza, ya que está denotando una absoluta falta de control, una total indisciplina y una indiscutible irresponsabilidad.

La persona que posee un perro que ya ha mordido varias veces, es como la persona que al poco tiempo de obtener la licencia de conductor ya ha atropellado a varios peatones. En ambos casos es un hecho vergonzoso, una luz roja de alerta que le debe indicar que algo en su manejo está muy mal y que necesita solucionarlo urgentemente.

 
JOAN FERRER i SIRVENT
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