EJERCICIOS DE JERARQUIZACIÓN.-

¿Por qué son tan importantes las relaciones jerárquicas entre los cánidos? Pensemos en una manada de lobos que no respete las jerarquías, donde permanentemente se desarrollen combates entre sus miembros, los cuales están capacitados para destrozarse la garganta de un solo mordisco, ¿cuánto tiempo podrían subsistir como especie?.

Aún en el improbable caso de que no se mataran entre ellos en las peleas, las infecciones de las heridas terminarían prontamente con sus vidas. O aún, en el supuesto de que sobrevivieran a las peleas, ¿cómo podría una manada cazar sus presas si sus miembros están heridos, débiles y con fuerte aroma a sangre y en consecuencia ser olidos por sus víctimas a kilómetros de distancia?

De una manera u otra sería el final de la especie. Para evitarlo, la selección natural ha dotado a los cánidos de un simple pero efectivo mecanismo que denominamos “gesto de sumisión”, la función del cual es fijar un sistema de jerarquías en la manada.

A los 21 días el lobo alfa toma por primera vez contacto con los cachorros, e instintivamente comienza a jugar con ellos como si se tratara de una pelota, los golpea, y los sacude. Aquel cachorro que no ha venido con “fallas de fábrica” y lleva fijado genéticamente el gesto de sumisión en su cerebro, inmediatamente se coloca panza arriba. Este gesto inhibe al líder a seguir con su brutal juego, un par de lengüetazos y redirecciona su interés hacia otro cachorro. Continuará así con todos los cachorros de la camada, y si alguno careciera de aquella fijación genética del gesto de sumisión, el juego se prolongará hasta que finalmente quede tan debilitado que no podrá mamar correctamente y morirá sin remedio.

En domesticidad, es la madre Montaña la que toma el rol del lobo alfa y hace lo mismo que él con sus cachorros e invariablemente todos adoptan el gesto de sumisión. Luego, es sumamente importante que cuando el cachorro ya está en su nuevo hogar se siga refrescando periódicamente esta información que lleva programada en sus genes.

Para hacerlo, simplemente se ha de colocar al cachorro panza arriba, poniendo la mano sobre su pecho y mirarlo fijamente a los ojos hasta que haga a un lado su mirada. Algunos cachorros se entregarán con facilidad, otros protestarán fuertemente al principio pero luego cederán sin mayor dificultad. Una vez el cachorro ladee su mirada, se le acaricia el pecho, se dan un par de palmadas, y se deja seguir jugando en sus cosas o con nosotros si se desea.

El grado de resistencia que pone cada cachorro va en función del gradiente dominante de su carácter. Este procedimiento se ha de repetir al menos una vez al día durante un tiempo, y refrescarlo cada tanto el resto de su vida.

En consecuencia, no cometamos el error de omitir estos ejercicios de jerarquización, pues de lo contrario, podría suceder que en un futuro el Montaña quisiera hacerse con el liderazgo de la familia.