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RRORES QUE NO DEBEN COMETERSE EN LA EDUCACIÓN DEL CACHORRO - I
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El compartir la vida con un Montaña es una experiencia maravillosa. De cada uno depende que esta experiencia se convierta en una relación armónica o conflictiva. El secreto se basa en el respeto y comprensión de la naturaleza canina.

En una relación humana/canina, se produce la asociación de dos especies de naturaleza distinta, la primera un frugívoro arborícola, la segunda un carnívoro corredor. Pero ambas comparten una característica en común: la de ser animales gregarios cooperativos.

Ambas especies tienden a ver a la otra parte, como un miembro de su propio género. De este modo el humano comete el error de humanizar al perro, mientras que el perro se comporta con su familia de dos patas como si se trataran de lobos adultos.

Es fácil comprender que cual de las dos debe poner las cosas en su lugar, es la especie más inteligente, es decir el ser humano.

El perro es un lobo con características infantiles, este fenómeno es denominado neotenia, a través del cual un animal alcanza la madurez sexual conservando características infantiles. Esta condición de conservar éstas características lo hace en cierta forma parecido a nosotros, los humanos.

El ser humano conserva su capacidad de asombro, de juego, es decir su capacidad de aprendizaje durante toda su vida. El lobo doméstico, es decir nuestro Montaña, también es capaz de aprender a lo largo de toda su vida. Sin embargo existen diferencias en el lenguaje gestual que dificultan muchas veces la comunicación. Y existen diferencias en la capacidad de interpretar los códigos de comunicación que la dificultan aún más. Es así que muchas veces los intentos por educar a un perro culminan con un rotundo fracaso.

Si pudiéramos prescindir de nuestra cultura de comunicación verbal compleja, si pudiéramos olvidarnos por un instante de la sintaxis, de las oraciones gramaticales y razonamientos estructurados, entonces podríamos comunicarnos mucho más fácilmente con el perro como lo hicieron nuestros antepasados hace doce mil años. Pero la evolución de nuestro sistema de comunicaciones se ha hecho tan amplia y rica, que muchas veces nos juega en contra cuanto intentamos comunicarnos con seres que poseen sistemas de recepción de la comunicación más simples y primitivos.

 Debemos volver entonces a la capacidad de comunicación instintiva de nuestros antepasados, esa capacidad de expresarse, organizarse, hacerse entender intuitivamente. No es difícil cuando comprendemos los mecanismos, ya que todavía tenemos guardado en lo profundo de nuestra memoria genética todo ese material.

Debemos permitir que nuestro cerebro emita los mensajes, no sólo a través de las palabras, sino empleando toda la riqueza comunicativa gestual. Esa expresión corporal primitiva que permitía a nuestros antepasados organizar su estructura social tribal, de la misma manera que permite a los lobos organizar la suya propia.

Dominando estas técnicas no sólo nos ayudaran a tener una relación armónica, gratificante y plena con nuestro Montaña, sino a comunicarnos mejor con todo lo que nos rodea.

 
JOAN FERRER i SIRVENT
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